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domingo, 4 de octubre de 2015

El exdirector del CNI acusa a Trillo de intentar enterrar sin identificar al espía asturiano muerto en Irak en 2003

La biografía de Jorge Dezcallar, el diplomático que fue director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) durante los gobiernos del PP, ha vuelto a poner en el punto de mira al exministro de Defensa y actual embajador en Londres, Federico Trillo, por la gestión que realizó de dos incidentes internacionales con asturianos de por medio, el accidente del Yak-42 (en el que viajaban Joaquín Enrique Álvarez Vega, Mariano Piñán del Blanco y Antonio Novo Ferreiro) y la muerte de siete agentes de la inteligencia, entre ellos el asturiano Alberto Martínez, responsable del servicio español de inteligencia en Irak. Dezcallar responsabiliza directamente a Trillo de los fallos en la identificación de los militares que viajaban en el avión siniestrado en Turquía en mayo de 2003 y asegura que también trató de enterrar sin identificar a los agentes españoles cuando sufrieron el atentado seis meses después. Dezcallar explica que Trillo se escudó en José María Aznar para tratar de organizar un funeral en apenas 24 horas. Su rechazó permitió retrasar cuatro días la ceremonia para cumplir con todos los trámites de forma correcta. 
Dezcallar detalla en Valió la pena, una biografía editada por Península, multitud de detalles de sus años al frente del CNI y también la causa exacta de su dimisión apenas una semana después de los atentados del 11-M, según explica El País. De ese relato José María Aznar no sale muy bien parado. Denuncia que dejó al servicio en una situación muy vulnerable al desclasificar informes secretos sin su consentimiento y les obligó a mantener viva la teoría de la autoría de ETA. La situación se tensó tanto que Dezcallar renunció a su puesto por teléfono porque el presidente ni siquiera quiso recibirle. 
Tampoco para el exministro de Defensa tiene buenas palabras. Las memorias explican que la chapucera identificación de las víctimas del Yak-42, en mayo de 2003 --cuando 30 de los 62 cadáveres se enterraron con nombres equivocados-- pudo volver a repetirse con los siete agentes del CNI asesinados en un atentado, seis meses después, el 29 de noviembre de 2003. Ese día ocho agentes españoles que viajaban en dos coches entre Bagdag y Diwaniya, base principal de la Brigada Plus Ultra, a 180 kilómetros al sur, sufrieron una emboscada. Primero fueron tiroteados desde un coche. Después asaltados por una turba de gente. Solo uno sobrevivió a lo sucedido. Consiguió ir a buscar ayuda y cuando regresó todos sus compañeros habían fallecido. El asturiano Alberto Martínez era el responsable del servicio español de inteligencia en Irak y conducía el primer coche. Se trataba de un viaje de aclimatación, ya que eran dos equipos diferentes y uno le estaba entregan el testigo a otro.   
Solo unas horas después Federico Trillo le dijo a Dezcallar que tenía órdenes del presidente de organizar el funeral al día siguiente. El entonces director del CNI asegura que se negó en redondo, que llegaron a discutir y que la situación se puso, incluso, violenta. Delante estaban los médicos encargados de las autopsias. No cedió a la presión, el proceso de identificación siguió su curso y la ceremonia tuvo lugar cuatro días después. Los cuerpos, pese a lo que decía el entonces ministro de Defensa, según Dezcallar, estaban bastante deteriorados, ya que habían sido apaleados e incluso quemados. Existían incluso imágenes que ninguna televisión llegó a emitir en las que se veía a una turba pisoteando a los agentes, que previamente habían sido tiroteados y quemados. 
Trillo ha salido al paso de la biografía y ha remitido una carta al diario El País. En esa misiva, niega todo lo relacionado con el espía asturiano Alberto Martínez y sus compañeros. “En lo relativo a los agentes [del CNI] asesinados en Irak [en noviembre de 2003], lo narrado por el Sr [Jorge] Dezcallar [director del centro en aquella época] es falso de principio a fin”, sostiene Trillo, ya que “en ningún caso se planteó ningún problema [de identificación de los cadáveres] semejante al del Yak-42, puesto que los cuerpos de los agentes asesinados en Irak eran claramente identificables”, según consta en el extracto publicado por el diario.